En la opinión de “E Dr Cizaña”
Hoy hace un año exactamente de que se llevó a cabo el “ejercicio democrático” que detiene la vida nacional por varios días antes y después de las elecciones presidenciales, que en nuestro país, marca la ley, se han de llevar a cabo cada 6 años para escoger al representante de todos los mexicanos.
La tercera fue la vencida para Andrés Manuel López Obrador. Después de haber perdido ante Calderón y Peña Nieto previamente, el 1ero de julio del 2018 por la noche, después de un ejercicio que no se veía desde hace mucho tiempo, el PREP del INE daba los resultados, la ventaja del “PG” sobre Anaya y Meade era apabullante e inapelable: 53% del voto a favor del tabasqueño.
Han pasado ya 365 días de aquel suceso histórico lleno de esperanza para muchos y “desesperanza” para otros tantos que declaraban desde la comodidad de las redes sociales que si AMLO ganaba, se irían del país. Sinceramente no veo las calles más vacías.
¿Qué ha pasado desde aquel día? Para sus detractores el presidente de la república, que hace unos días cambiara su residencia a Palacio Nacional, como lo anunciase en campaña, el señor sigue haciendo eso: campaña, promesas, “atole con el dedo” solo acciones populistas. En pocas palabras, ningún cambio significativo o concreto desde que él llegó.
Para sus simpatizantes él está haciendo las cosas bien, si no a la velocidad que todos quisiéramos, podríamos resumir con un coloquial, “ahí la lleva”
Como ciudadano realista y en un ejercicio imparcial les va mi parecer.
En una país ávido de justicia en todos los aspectos, enfoques y/o materia que se quiera tocar, un “ahí la lleva” no nos alcanza. Son muchas necesidades y hartazgo en este país, en el cual sus gobernantes llegan al poder sin otra misión que la de hacerse del mismo y enriquecerse a costa de lo que sea y con un cinismo tal, que algunos llevan vidas más ostentosas y ridículas que las de un jeque árabe.
Temas como el de la corrupción y la inseguridad son los que más nos aquejan, porque seamos sinceros y realistas, la economía no está como quisiéramos, pero tampoco nos estamos cayendo a pedazos como algunos “analistas” lo quieren hacer sentir (y el referente, créanme, no es el precio del aguacate)
El “primer golpe” a la corrupción fue contra el “huachicoleo”, en el cual se puso por primera vez sobre la mesa el desvió y robo de combustible a PEMEX desde el interior de la empresa y fue algo plausible a todas luces, destapar esa cloaca no cualquiera, pero ¿Qué paso, fuera del seguimiento amarillista, sensacionalista y oportunista que se dio al accidente de Tlahuelilpa Hidalgo? Nada. Hubo señalamientos a algunas cabezas pero al momento nada en concreto, porque siguen las “investigaciones”.
Otro de los puntos fundamentales, pero sobre todo controversiales, es la cancelación de la obra de la terminal 2 del AICM en Texcoco y la habilitación de la base aérea militar de Santa Lucía como alternativa al proyecto cancelado. A todas luces (solo falta ser ciego o tendencioso para no darse cuenta) las obras en Texcoco estuvieron plagadas de irregularidades y corrupción desde el comienzo. Contratos a sobre precio, poca o nula información acerca de licitación y contratos, además de la desecación de parte del lago Nabor carrillo para que aves migratorias que ahí descansan, no entorpecieran el tráfico aéreo.
Y el tercer punto fundamental que va ligado a la seguridad: la generación de la Guardia Nacional. Para muchos periodistas, analistas y ciudadanos ligados a instituciones pro derechos humanos, la noticia no ha caído nada bien, y es que no se entiende porque mantener una estrategia de militarización que (a las pruebas nos remitimos) no ha funcionado.
En México hace falta con golpe de timón real, que sacuda las bases para que despierte el pueblo y cimbre las estructuras podridas de la política en el país. El costo sería caro, sí, pero ya no tenemos tiempo y obviamente como ciudadanos ya no queremos esperar más, para que la corrupción, que es el mayor de los males en un país tan rico como el nuestro, se acabe. No son necesarias treguas ni unciones, se requiere meter a los culpables a la cárcel, decomisar sus bienes y los de sus familias e invertir ese dinero en programas sustentables de crecimiento.
Es imposible hacer cambios de calado en un año, es cierto, pero el presidente debe recordar que ya no está en campaña, que ya no es la oposición y que se le confirió una gran misión y él la aceptó.